sema castro

Sycopúrpura

16 JUN, 2017 - 29 JUL, 2017

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LA CHARCA PÚRPURA

En Saña tenaz señalaba que Sema Castro se acerca a la pintura desde la más radical individualidad, y que al igual que Montaigne en sus Ensayos, (se) despliega para tantear y sondear la vida: “Como en el autor francés, el mundo está en él y se manifiesta de dentro hacia afuera, de la interioridad a la exterioridad, en el camino inverso de la representación, para terminar hablando de sí mismo. Identificándose con sí mismo”.

En este mundo propio de Castro no todo es rigor ni oscuridad. Ni concentración ni exactitud. El pintor se ha remangado los pantalones y después del paseo ha metido los pies en una charca. Y no sólo ha sentido la temperatura y la densidad del agua. Se ha dado cuenta de que la charca es púrpura.

La pantalla de la pintura se ha revuelto desde su centro. No rige. Es un juego que se resuelve por si mismo y el color tiene vida propia. Ni abstracción, ni figuración, ni nada de nada. Ni día ni noche, si acaso día con luna y noche con sol. Así es el camino que le ha llevado desde Oriente hasta las riberas de África. Náufrago de sí mismo, como nosotros, como todos. Asido a un trozo de madera hasta alcanzar la costa, alcanzar el dichoso charco y hundir los pies allí mismo, en el claro cenagal.

Y con los restos de ese naufragio ha construido estas imágenes húmedas, fluidas y deslizantes como un skateboard. Imágenes que se pegan a los pies y se pisan, y que luego puedes ver. Imágenes para ser pisadas con los ojos y que se adaptan a tu espalda pero que no son cómodas. Transportables a la velocidad de la luz. ¿A qué velocidad se mueve la pintura?

Sema Castro se quiere divertir y eso es evidente. Restarle peso y gravedad a la Historia. Descargar la carga. Despojarse. Aligerar el sentido por una vez y dejarse llevar por las manchas que salen de las manos y que buscan encajar en algún lado. Caminar con ellas y dejar que bailen. El baile del sol no es aquí ningún milagro, es una fiesta y un jolgorio. Cuando los fuegos artificiales estallan se ilumina una noche. ¿Porqué no hacer una hoguera con todos estos cuadros y ver como se nos iluminan las caras?

Pero todo está ahí, en esa charca. Todas las luces y todos los reflejos. Cuando la imagen líquida se mueve, se mueve el mundo. No lo podemos atrapar porque siempre se está escapando, como esas imágenes resbaladizas. Las ves pero están en el aire o en el agua. Todo o nada. Son humo y también nada. Se evaporan y se desvanecen pero sabes que están ahí, flotando frente a tu nariz, delante de ti. Sema Castro las tiñe para poder verlas y aprehenderlas y sabe cómo hacerlo. Y las busca porque sabe dónde están desde el principio. No estaban muy lejos. Y eso hay que celebrarlo. Sólo hay que bajar a la charca púrpura.

 

Ángel Padrón