MARCO ALOM · MURRIA

Centro de Arte Juan Ismael · Puerto del Rosario, Fuerteventura

6 mayo – 17 julio

El autor se inspira en las Islas para mostrar el viaje interior de las personas

 

El Centro de Arte Juan Ismael acoge desde hoy, jueves, día 6 de mayo, la exposición ‘Murria’, en la que el artista tinerfeño Marco Alom reflexiona sobre el viaje interior de las personas a través del territorio. La muestra estará abierta al público hasta el 17 de julio, en horario de martes a sábado, de 10.00 a 13.00 horas, y de 17.00 a 21.00 horas, con entrada gratuita.

‘Murria’ es el trabajo más reciente e importante del autor, presentado este 2021 en la Sala de Arte Contemporáneo del Gobierno de Canarias (Tenerife). El término ‘murria’ es una antigua palabra castellana que hace referencia a un estado de ánimo que induce al que la padece a encerrarse en sí mismo e irse aislando del entorno.

Según explicó el consejero insular, Rayco Léon, ‘el artista nos trae la mirada hacia el interior de un canario que se inspira en las Islas, concretamente en El Hierro, en un tiempo en el que la mirada introspectiva está siendo muy importante dadas las circunstancias sociales que estamos viviendo”.

Por su parte, el autor ha definido el proyecto como ‘un paseo por la psique de cada uno de nosotros y nosotras, un viaje a través del territorio y de cómo nos va marcando’.

La apertura de esta exposición de artes plásticas se enmarca dentro de la programación especial ‘Mayo 100% Canarias’, impulsada desde la Consejería de Cultura para poner en valor el talento y creatividad canarios.

Marco Alom ha trabajado como ilustrador para editoriales como la alemana Konkurbusch, La Feria de Arte Emergente de El Charco (Lanzarote) o Memorias de Contrabanado (Tenerife y La Palma). En 2017 realiza su primera muestra individual en la Galería Artizar (La Laguna) en lo que supuso el comienzo de una serie de imágenes mitológicas reunidas bajo el título ‘Un año en Patmos’ y que continúa con su muestra ‘Piélagos’ en el CIC El Almacén (Arrecife).

Previous
Next

Marco Alom

La piel y el universo

Carlos delgado mayordomo

Detrás del goce para la mirada que suponen los dibujos de Marco Alom (Los Gigantes, Tenerife, 1986) se esconden auténticos relatos cifrados y una comprensión del mundo que avanza por unos derroteros nada complacientes. Frente al actual culto a la distracción y a la ligereza, su trabajo es el resultado de una sólida investigación que se materializa a través de obras dueñas de una alta densidad simbólica. Su nueva muestra individual, trazada bajo el título «Piélagos», se ha construido a lo largo de su reciente retiro en la isla de El Hierro; allí, Marco Alom concebirá el territorio como un refugio donde escapar de aquellas estructuras globales que homogenizan espacios y sensibilidades. Pero en este proceso, el artista también esquivará con elocuencia aquellas especificidades contextuales que pudieran propiciar una lectura excesivamente local de su discurso.

De este modo, el artista se aísla para convertirse en una suerte de viajero inmóvil que desplaza su curiosidad hacia los mitos, las tradiciones populares, la historia del arte y, además, las páginas que enhebran textos como «El Juicio Universal» de Giovani Panini, «El libro de las Revelaciones» de San Juan o «Yo, Claudio» de Robert Graves. Ahora bien, su obra va a desempeñar un papel mucho más lúcido que el de la mera ilustración o reinterpretación de determinados pasajes culturales; de hecho, todos los sustratos mencionados se engranan a través de unos dibujos, elaborados con tintas, acuarela, gofrado y pan de oro, que funcionan como complejos palimpsestos. No existe, por tanto, una llave maestra que abra el amplio inventario de significados que alberga su obra, sino diversas vías de acceso que revelan que lo importante para la comprensión de su trabajo no son las fuentes iconográficas sino las estructuras de significación. Debajo de cada una de las imágenes de Marco Alom siempre hay, por tanto, otra imagen

Una mitología personal

El actual proceso de globalización y virtualización está imponiendo un tiempo único y universal que, a través de un proceso de simplificación cronológica a gran escala, está a punto de prefigurar «una nueva forma de tiranía». Frente al dominio del tiempo real, entendido como un presente inmediato y no transitivo, Marco Alom opta por explorar las ficciones del origen y las especulaciones del futuro. Pero su paradigma no es retrospectivo ni prospectivo, sino introspectivo: el artista configura unas imágenes que abren la posibilidad de pensarse a sí mismo. De este modo, las bestias, los demonios, los dioses y la amplia fauna que habitan sus obras no son meros arquetipos universales, sino que nacen como una respuesta directa a los interrogantes y obsesiones particulares del artista.

La traducción de este proceso de exploración personal se define a través de un vocabulario gráfico minucioso, lleno de formas orgánicas que integran, a su vez, otras muchas formas. En este sentido, son habituales en la producción del artista los juegos de escala, donde el contorno de una imponente figura acoge en su interior otras identidades y otras narraciones. Así, los significados se superponen, conviven, se funden y se extienden en una imagen caleidoscópica y que se transforma continuamente. La fragilidad de nuestras propias fronteras, de esa supuesta escisión entre lo que habita en nuestro interior y lo que está fuera de nuestra piel, es una hipótesis de herencia surrealista que es explorada por Marco Alom, tal vez con la esperanza de hallar ese punto exacto donde las contradicciones finalmente desaparecen.

Si nos acercamos a sus dibujos con una mirada descuidada podemos ser golpeados, metafóricamente, desde un ángulo inesperado: aquello que pensábamos haber descifrado puede revelar de pronto unos nuevos niveles de lectura inesperados. La profusión de detalles no es una simple muestra de virtuosismo, sino un engranaje esencial para la configuración semántica de la obra. Esta continua metamorfosis no hace más que aumentar nuestra curiosidad y fascinación ante unos trabajos que parecen explorar territorios más allá del alcance de la convención y de la lógica.

El tiempo de la mirada

En su actual exposición el artista ha integrado, además de su obra sobre papel, dos instalaciones que transforman al espectador en un agente activo que necesita transitar el espacio y tomar decisiones acerca de la dimensión de su mirada. Con acierto, Marco Alom no ha planteado una traslación de su compleja poética gráfica a un dispositivo tridimensional, sino que ha construido sencillas escenografías pero dotadas de diferentes registros de lectura alegórica, desde lo profano a lo sagrado. Así sucede en Exvotos, donde el componente ritual incorpora una iconografía que nos acerca a los tendederos de jareas que se usan en Lanzarote para secar el pescado.

El recorrido expositivo se cierra con Revelación, donde una planta espinosa iluminada, como la zarza ardiente que se narra en el Antiguo Testamento, busca transformar el espacio en recinto sagrado, solemne e introspectivo. Este carácter epifánico –en el sentido de desvelar una idea– procede del poder ideológico que el artista ha otorgado a la luz, origen y forma de lo real. De este modo, recupera una genealogía que nos lleva desde el Hágase la luz bíblico hasta la leyenda del origen del dibujo según la relata Plinio el Viejo: la hija del alfarero Butades de Sición encierra dentro de unas líneas una sombra, la generada por la luz sobre el rostro de su amante que va a ausentarse. Y, tal vez, en este hermoso mito se encuentrela clave esencial que se esconde en los dibujos de Marco Alom: la necesidad de interpelar la realidad haciendo visible el deseo.