Ernesto Valcárcel

Ab initio

13 ABR, 2018 - 5 MAY, 2018

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En octubre de 1973 se inauguró en la Sala Conca de La Laguna una exposición memorable. Su creador, Ernesto Valcárcel Manescau, nacido en Tenerife  en 1951 y estudiante de arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Canarias, ya había dado a conocer sus primeros trabajos en varias colectivas y en una exposición individual realizada el año anterior  en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria bajo el título STUVW. Sin embargo, entre ésta y aquella  un profundo y ambicioso cambio tendrá lugar en la obra de Valcárcel que en unos pocos meses se reconstruiría sobre sus primeros balbuceos con un lenguaje de una plasticidad potente y turbadora. STUVW  fue en criterio de su autor un ejercicio de “síntesis y conclusiones del periodo abstracto comenzado en 1967”, una función recapituladora de sus prolegómenos autodidactas que parecía animada por la imperativa búsqueda de un principio, de una actitud propia y, en definitiva, de una identidad artística. Con Materia, rito y alquimia, la exposición de Conca, los primeros y contundentes pasos de un creador singular resonaban en el panorama plástico archipelágico de los 70.

Materia, rito y alquimia contenía los resultados de la transformación operada en la obra de Valcárcel en un año escaso de radical experimentación con volúmenes y relieves en los lienzos, y con los materiales que incorpora a su trabajo: telas cosidas, colas, asfalto…, y la animaban las consecuencias de sus reflexiones sobre la obra de arte y el acto expositivo como parte indisoluble de ella. Esta simbiosis de obra y actitud convirtió  Materia, rito y alquimia en una suerte de manifiesto estético, un posicionamiento no pasivo sino beligerante ante el hecho artístico al postular en su texto introductorio  “la exposición-acontecimiento, que atraerá a un público desconcertado, a veces escandalizado, pero que inevitablemente participa ya con su desconcierto, con su indignación o con su burla”. Materia, rito y alquimia estaba integrada por obras de tela encolada y alquitranada con las que el artista se proponía “crear un espectáculo definido por la presencia fuerte de objetos que, amontonados sin orden, llenen y ocupen totalmente un espacio transitable.”

La voluntad instalativa que desde sus inicios ha animado el trabajo de Ernesto Valcárcel se va a materializar en una obra excesiva y provocadora: cuelga de las paredes  lienzos embarnecidos hasta requintar, con tensas adiposidades, vísceras o texturas,  y los rodea de “objetos” que parecían desgajados de los cuadros, vertidos en la exterioridad a la que estos aspiraban, (secreciones escultóricas que figuran entre las más enigmáticas de la escultura contemporánea en las Islas), objetos con los que invade el “espacio transitable” creando un ámbito de resonancias orgánicas, un envolvente seno que acogía y hasta cierto punto “digería” al espectador. Las manchas y su repentina corporeidad relacionan en esta primera fase de la obra tridimensional  el magisterio latente de las de Pedro González y Manolo Millares, fallecido hacía un año y de quien Valcárcel recoge el testigo del uso y manufactura de las telas cosidas y pintadas para crear volúmenes y tensiones en sus lienzos.

Con Materia, rito y alquimia, de la que ahora se expone la pieza de mayor formato y tal vez el único de los objetos escultóricos que se conserva, junto a cuatro de los gouaches  exhibidos entonces,  se abre el ciclo fundacional de la obra de Ernesto Valcárcel. Esta secuencia de su trabajo a la que ahora se homenajea y revisita en la exposición  AB INITIO,  tiene  su desarrollo y evolución durante la década de los 70 del pasado siglo y aparece jalonada por otras dos muestras  igualmente relevantes:  Los espacios inaccesibles (1974, Sala Conca II, Las Palmas de Gran Canaria) y Secuencias de un ámbito onírico (1978, Galería Balos, Las Palmas de Gran Canaria y Sala Conca, La Laguna). A través de ellas, Valcárcel irá desplegando los rasgos que harán cautivadoras sus indagaciones plásticas durante las décadas siguientes hasta la actualidad, cuando su fascinante experiencia alcanza  el medio siglo y acumula una obra imprescindible y única que enriquece, como en verdad muy pocas lo hacen, la historia del arte contemporáneo en Canarias.

El proceso que abarcan las tres exposiciones lo  llevará  de un inicial registro abstracto del que advendrían las primeras obras tridimensionales,  según se colige de la serie de pequeños dibujos en sintonía con los icerses de González que el artista  ejecutó  en los primeros meses  de 1973 antes de acometer los volúmenes,  a los afloramientos figurativos de Secuencias de un ámbito onírico donde lo simbólico y lo fantástico alimenta las obras. Es un tránsito que se verá enriquecido por las inquietudes y aficiones del joven Valcárcel, que irá vinculando a su proyecto otras “secreciones” de su espíritu como los objetos lúdicos (puzles y dameros) o los manuscritos ilustrados. Los llamados Manuscritos Uacsenamianos , “ cuaderno de bitácora consustancial a mi actividad y experiencia como artista plástico” como los ha definido su autor en reiteradas ocasiones, es un codex abierto que al correr del tiempo se convertirá en el documento integrador e iluminador de toda su obra, amén de considerarlo su heteronimia más vasta e intrincada. Valcárcel expone algunas de sus páginas por primera vez en Los espacios inaccesibles, junto a la continuidad de sus trabajos tridimensionales en los que, aunque sigue  las pautas constructivas de los presentados en Materia, rito y alquimia,  se insinúa ya un proceso gestacional.

De Los espacios inaccesible se muestran en AB INITIO dos obras muy representativas de estos cambios. Una, monocroma, de tonalidades ambarinas, es una composición aparentemente abstracta de volúmenes empaquetados y  tensiones lineales pero alentada por un impulso arcaico, un friso fragmentado donde los informes despojos del resto arqueológico aún dejan entrever partes interpretables, la contorsión de un torso, un miembro emasculado… ; la otra, bruna y carnal, desde la diferencia de un lenguaje propio transmite el dramatismo de las arpilleras, aunque en ella las formas homunculares han sustituido lo sociológico y antropológico por lo hermético y lo alquímico.

La alquimia, su aventura hermenéutica, su estrategia creadora y su literatura, condicionará toda la actividad artística de Valcárcel, con especial intensidad durante la última etapa del periodo tridimensional. Años más tarde, en  El jardín caligráfico, aclarará que pese a su escepticismo frente al ocultismo y los fenómenos paranormales,  así como su agnosticismo teológico, reconocía que la literatura alquímica había ejercido siempre sobre él un inequívoco y estimulante efecto que sólo la poesía le proporcionaba.

Transcurrirán cuatro años entre Los espacios inaccesible y Secuencias de un ámbito onírico. Los cuatro homúnculos que emergen del cuenco cenagoso que ocupa la parte inferior del cuadro arriba comentado serán realidades inquietantes en 1978. Cabezas y cuerpos de muñecas o partes de ellos se incorporan a sus obras como sombras de un ritual. En estos momentos pintura y escritura interactúan  hasta tal punto que inventa y documenta una mitología propiamente uacsenamiana  que llama Mitología Nintra, cuyos elementos y personajes que la estructuran y fundamentan los recopila en La mapunda azul, libro que contiene relatos, proyectos y descripciones de esta mitología. Las mapundas  serán de nuevo objeto de atención e interpretación aquel mismo año en una serie de diez monograbados a la cera que titula Estampas, claves y moradores del jardín de las mapundas.

En AB INITIO tenemos una ocasión privilegiada para descubrir los rasgos y la naturaleza de este ser fabuloso, aparte de encararnos con un cuadro que, como La pesadilla de Füssli, podría llegar a producir espanto. Parto de una mapunda hipotrópica voraz, uno de los últimos cuadros tridimensionales de Valcárcel que ahora se exhibe por primera vez,  representa el momento íntimo y terrible en el que esta entidad mítica alumbra a su homúnculo.  En el catálogo de la exposición Naturalezas disecadas  de 2008, cuando la obra permanecía aún en paradero desconocido, Valcárcel, que lamentaba no poder incluirla en la sección radicular de aquella   muestra, recuerda que “Parto de una mapunda hipotrópica voraz…era una rara pieza, nunca expuesta públicamente…realizada por mí a finales de los 70, por encargo de un coleccionista de Tenerife, tras cuyo fallecimiento prematuro pasó a formar parte de otra colección privada local.”

Ernesto Valcárcel también presentará obras similares a dameros y puzles en la última exposición del ciclo, lo que nos avisa de su estirpe duchampiana.  Ambos son juegos que permiten el movimiento de sus piezas, por intuición estética los primeros y lógica constructiva los segundos. Los dos dameros que se exhiben en AB INITIO quizá representen las soluciones extremas entre las que se movía la serie, pues sorprende el ímpetu barroco que le lleva a fabricar las fichas del primero con bracitos de muñecas cuyas manos sostienen diferentes motivos simbólicos e inscripciones reveladoras, frente al vacío más oriental y sensitivo del otro al que sólo ordenan tenues valores cromáticos.

Los puzles, en cambio, son dibujos recortados  y re-armables, de colores y trazos vibrantes próximos al cómic, con elementos de collage y textos integrados en ellos. Son trabajos en la órbita del pop-art más expresionista, de un Robert Rauschenberg cuya obra junto a la de muchos otros pudo conocer en 1969 en una exposición sobre este movimiento que tuvo la oportunidad de visitar durante su estancia de algunos meses en Londres. Los puzles los expondrá por primera vez en Secuencias de un ámbito onírico, como se ha dicho, y por segunda y última en L’age de la colle, una exposición que congregó en 1989 en Estudio Artizar a cuatro artistas que hacían uso del collage en sus obras, además de Valcárcel a Cándido Camacho, José Luis Medina Mesa y Fernando Álamo. Lo insólito es que los puzles se exponían y se vendían “envueltos en rudimentarios paquetitos de papel de estraza, sellados con cinta adhesiva (…) ocultos a la curiosidad y expectación pública”, por contarlo con el testimonio del propio artista en el catálogo de la exposición El jardín caligráfico.

Precisamente será para El jardín caligráfico, realizada en 2003, cuando Valcárcel se proponga editar los puzles en una tirada de coleccionista, pero no lo hará a su tamaño real sino sobredimensionado, limitando su manejo y su funcionalidad lúdica para potenciar la plasticidad y la presencia. Dos ejemplares de aquella edición los evocan para finalizar el recorrido a que invita  AB INITIO.

A partir de 1979, segunda y última fecha con la que Ernesto Valcárcel firma el Parto de una mapunda…, los trabajos tridimensionales irán dejando paso a otros ensayos que cristalizarán en un nuevo episodio abstracto. En su siguiente exposición de 1983 titulada La mitología Nintra, las escasas piezas volumétricas exhibidas serán otra vez objetos, ahora engastados en una sobriedad povera que acompaña al fragmentarismo y la aleatoriedad  de su experiencia pictórica, lo que en los años siguientes se acabará convirtiendo en un método indagatorio y hasta en un nuevo rasgo de su identidad artística. En cuanto a la obra tridimensional, las esculturas de tela alquitranada, los juegos…, se irán alejando encapsulados en su tiempo, pero  han permanecido significándose en la aventura de su generación como una de las razones verdaderamente convincentes para creer en ella.

Carlos E. Pinto Trujillo

 

Agradecemos a Ernesto Valcárcel su abnegado apoyo a esta exposición que rememora su trabajo en una década oscuramente transicional  pero luminosamente iniciática, proporcionando materiales inéditos y obras de su colección que conserva de entonces. También a Gonzalo Díaz o Sala Conca, por el préstamo de sus fondos valcarcelianos  y por haber propiciado aquella  aventura desesperada. Por último, a todas las personas que han intervenido en la organización y puesta a punto de AB INITIO.

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