La conexión del retrato con la naturaleza, en sintonía con las culturas indígenas primitivas y las religiones paganas, son claves para el trabajo de los artistas José Bedia, Mendive, Hans Lemmens y Marco Alóm. Las figuras humanas son representadas bajo un modo de pensamiento mágico primitivo con un marcado carácter animista. Observando los trabajos de estos artistas, el vínculo del ser humano con la naturaleza está representado desde múltiples formas donde el individuo tiene espíritu o alma de animal, como son los seres alados de Mendive (El agua me nutre, 2013), los humanos con cabeza de animales de Bedia (Animal armado, Madre de guerra, 2019) los humanos que se disfrazan de fauna en el plato de cerámica de Hans Lemmens (Sin título, 2010) e incluso en los restos humanos que representan a los primeros pobladores del paraíso, pintados por Marco Alóm (Adán y Eva, 2016)
La estética de los restos humanos y las fosas comunes, o la capacidad de entender un conjunto de huesos como un retrato anatómico forense, están presentes en los trabajos de Marco Alóm, Carlos Nicanor y Pamen Pereira. En este momento, liberados ya del yugo que supone la verosimilitud del representado con el modelo elegido para hablar sobre el género del retrato, sería conveniente recordar el creciente interés por la abstracción o la “no figuración” de los retratos con ausencia de rostro, interés vigente desde las vanguardias del pasado siglo. Los trabajos de Laura Gherardi (Demiurgo, 2003) y Pamen Pereira (Ecuanimidad, 2015) cortan literalmente la cabeza de sus retratados como en el relato de terror y romanticismo de Washinton Irving La leyenda de Sleepy Hollow (1820, ed. Alba). Continuando por este camino, los trabajos seleccionados de Luis Palmero y Ubay Murillo cubren con pintura o papel todo signo que represente una identidad humana de cuello para arriba, hasta llegar a pintor Santiago Palenzuela que, literalmente, le prende fuego al retrato, quedando un significativo agujero en la tela sobre bastidor, que el artista maquilla con llamas de ficción pintadas al óleo y que no hacen otra cosa que subrayar la gritona ausencia del retratado.
Para seguir la evolución del siempre rejuvenecido género del retrato será conveniente para el espectador una brújula y estar actualizado periódicamente, década tras década, cisne negro tras cisne negro, hasta llegar al presente inmediato. Hasta que quede algún ser humano vivo digno de ser retratado.
José Arturo Martín
Santa Cruz de Tenerife, 15 de Julio de 2020