Exposición Actual

6 de Septiembre - 19 de octubre

Fuego. Fuego. Fuego.

La fugacidad del tiempo es un tema que ha fascinado a filósofos, poetas y pensadores a lo largo de la historia. Desde los tiempos de Heráclito, quien afirmó que “todo fluye”, hasta la profundidad del pensamiento de Platón y la angustia melancólica de la existencia que retrata Kierkegaard, la naturaleza efímera del tiempo ha sido objeto de contemplación crítica y emocional.

En nuestra vida cotidiana, el tiempo se presenta como un río que avanza inexorablemente, llevándose con él momentos y experiencias. La fugacidad del tiempo puede generar en nosotros una sensación de urgencia, un deseo casi visceral de aprehender cada instante, de vivir intensamente. Sin embargo, esta búsqueda a menudo se encuentra teñida de una profunda ansiedad por la pérdida; el miedo a que los momentos que valoramos se deslicen entre nuestros dedos sin que hayamos tenido la oportunidad de disfrutar plenamente de ellos. En el estoicismo, por ejemplo, se nos enseña a aceptar la impermanencia y a enfocarnos en lo que está en nuestras manos, en cómo elegimos vivir nuestros días. El tiempo, entonces, se convierte en un maestro y un recordatorio de que cada momento es una oportunidad singular que merece ser contemplada y valorada.

Por otra parte, la fugacidad del tiempo también nos invita a reflexionar sobre la memoria y la construcción del sentido. Lo que vivimos no es simplemente un compendio de instantes dispersos, sino una narrativa que conformamos a través de la reflexión y la conexión emocional. Esta subjetividad del tiempo nos lleva a entender que, aunque los segundos y los minutos son rígidos en su transcurrir, nuestra experiencia de ellos puede ser rica y profunda. Al final, la fugacidad del tiempo nos recuerda la importancia de la atención plena. En un mundo que tiende a poblarse de distracciones, el desafío es aprender a estar presentes, a saborear el ahora. Si bien no podemos detener el flujo del tiempo, sí podemos elegir cómo nos relacionamos con él. Tal vez la paradoja de la fugacidad no resida en la pérdida, sino en el regalo de la conciencia: cada instante, por su brevedad, tiene el potencial de ser un tesoro que, al ser apreciado, se transforma en eternidad. Y es ese instante, convertido en eterno, el que marca de forma indeleble la ya extensa trayectoria de Pamen Pereira desde sus inicios como artista, como puede verse a lo largo de su producción artística y en las obras que dan forma a su exposición en la Galería Artizar.

 

José Luis Pérez Pont

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