21 Diciembre - 1 febrero

¿Qué recordamos de nuestra infancia? ¿Cómo construimos los recuerdos de nuestra niñez? ¿Qué hay de real y de imaginado en esos recuerdos? ¿Evocamos experiencias concretas o solo las sensaciones y emociones vinculadas esas vivencias?  Este podría ser uno de los puntos de partida para acercarse a la obra de Elena Galarza, una artista que urga en las costuras de la memoria para regresar a los sueños, juegos y cuentos de la infancia.

 

En un claro ejercicio de autorreferencialidad, con paciencia y profundidad, despacio y sin prisas, Galarza despliega en sus dibujos y pinturas una imaginería personal que con los años ha ganado en complejidad. Su inspiración viene de dentro, de un mundo interior intrincado del que brota un imaginario prolífico que le permite hacer visible lo invisible.

 

El aparente aspecto lúdico que presentan sus obras incita al espectador a desarrollar interpretaciones, a buscar el orden y la narración donde no hay ni orden ni narración, tampoco jerarquías. Sus composiciones son enigmáticas, extrañas, con una fuerte carga simbólica, sin estructura narrativa, con elementos, objetos y figuras dispares que coexisten y comparten su simultaneidad.

 

En sus dibujos y pinturas está presente un tiempo detenido y congelado, que la artista convierte en un pasado infinito sobre el que se pliegan fragmentos de la infancia. A través de un trabajo con la memoria restablece imágenes en las que aúna la experiencia de lo vivido y lo recordado, pero también la imaginación y la evocación como formas de conocimiento de sí misma y de los demás. Y son las huellas de la infancia las que, paso a paso, conducen a Elena Galarza a un lugar primigenio en el que encontrar el origen del impulso creativo o quizás la materia germinal de la que están hechos los sueños y recuerdos.

 

 

Yolanda Peralta

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