Cuerpos. Cuerpos modelados, definidos, clasificados, estandarizados, cortados por un mismo patrón: médico, político, social, religioso. Cuerpos disciplinados, restringidos, subyugados, encorsetados en unas formas fijadas en las que no se reconocen. Cuerpos inapropiados, patologizados, expuestos, desviados, juzgados, oprimidos, maltratados. Cuerpos rendidos, frustrados y enfermos.
Pero también: cuerpos diferentes, maleables, caóticos, habitantes de la periferia. Cuerpos libres, reivindicativos, disidentes; colectividades que luchan por encontrar su lugar fuera de la hegemonía. Cuerpos que desbordan, gritan, resisten, se manifiestan, curan sus heridas y resurgen de sus cenizas. Cuerpos que crecen hacia los lados, crean alianzas y hacen de su vulnerabilidad su fuerza.
…
La cicatriz indica la ruptura con un estado anterior, pero también demuestra la existencia de una etapa previa que, por tanto, nos pertenece. Huella de lucha y rastro de resistencia, solo detectando la herida se hace posible sanarla.
EMBELLECER EL DOLOR
Mirar con otros ojos, embellecer el dolor.
….
Emprender líneas de fuga es ir más allá de nuestro propio territorio, pero también, significa saber reconducir aquello que no nos interesa, romper raíces y crear conexiones nuevas. El rizoma puede ser interrumpido, pero sigue creciendo por cualquiera de sus partes. Los cuerpos de Rivero están en fuga: buscando otras porciones de tierra favorables, expandiendo su territorio y comunicándose con otros cuerpos como movimiento natural, propio del ser humano. La interdependencia es la clave de una red de corporalidades que se nutren recíprocamente y pueden, también, encontrarse en su dolor. En este sentido, se establecen múltiples lazos con las reflexiones de Judith Butler, filósofa preocupada por el sufrimiento de los cuerpos, a los que entiende como «instancias enredadas en una trama de relaciones sociales que permiten todo aquello que, en sus palabras, hace que la vida merezca la pena: la amistad, la pasión, el deseo»
…
Con una remarcable sensibilidad estética, Romina Rivero nos adentra es su particular universo simbólico en el que, de manera exquisita pero contundente, es capaz de trasladarnos desde la aplastante realidad sociopolítica al respiro y sosiego espiritual. En su proceso, nunca oculta, sino que eleva y dignifica: emprende la tarea de embellecer el dolor dejando que los cuerpos expresen su verdadera esencia.