En sus dibujos y pinturas está presente un tiempo detenido y congelado, que la artista convierte en un pasado infinito sobre el que se pliegan fragmentos de la infancia. A través de un trabajo con la memoria restablece imágenes en las que aúna la experiencia de lo vivido y lo recordado, pero también la imaginación y la evocación como formas de conocimiento de sí misma y de los demás. Y son las huellas de la infancia las que, paso a paso, conducen a Elena Galarza a un lugar primigenio en el que encontrar el origen del impulso creativo o quizás la materia germinal de la que están hechos los sueños y recuerdos.
